LOS PRIMEROS SEFARDITAS MASONES

En Inglaterra, el rey Eduardo I decretó la expulsión de los judíos en 1290 (algo más de doscientos años antes de que los Reyes Católicos lo hicieran en España). Sin embargo, cierto número de judíos se introdujo en aquel país clandestinamente durante los siglos subsiguientes. Eran, en su mayoría, de origen ibérico (sefardíes) y se hacían pasar por conversos, aunque continuaban practicando privadamente la religión de sus mayores. Se trataba de “marranos” (nombre que recibieron en Castilla por “marrar” en la fe cristiana). Sus contactos comerciales con el exterior y su dedicación a la medicina y otras ciencias (ya que no se les permitía ejercer oficios, ni ingresar en el ejército) favorecían los intereses de la corona británica y ello les valió una tolerancia de hecho que solo consiguieron oficializar bajo el reinado de Carlos II Estuardo, en 1664.

Así pues, la inmensa mayoría de los judíos británicos, hasta el siglo XVIII, eran de origen español y portugués. Tras fundarse la londinense Orden Francmasónica, en 1717, cuyo objetivo fundamental era constituirse en “centro de unión de todos los hombres libres y de buenas costumbres”, por encima de las diferencias raciales, religiosas o ideológicas que siempre los han distanciado o enfrentado, algunos ciudadanos judíos comenzaron a interesarse vivamente por aquella oportunidad de integración social no discriminatoria y sin precedentes, postulada por un puñado de idealistas de formación esencialmente cristiana.

Aunque anterior a la existencia de la primera Gran Logia inglesa, el rabino Yejuda Yacob León (1603-1675) merece ser mencionado por haber aportado unos nuevos diseños del Templo de Salomón que merecieron gran atención en Amsterdam y en Londres. Hasta el punto de pasar a ser conocido como “León Templo”. Mucho más tarde, la Gran Logia de los “Antiguos” (creada en 1751) adoptaría uno de aquellos diseños incluyéndolo en su escudo heráldico, perdurando tal símbolo también en el escudo de la posterior Gran Logia Unida de Inglaterra (la de 1813).

Al parecer, el primer masón judío inglés conocido fue el sefardí Francisco Francia (“el Jacobita”). En 1725 figuran ya en la Gran Logia de Inglaterra: Israel Segalas y Nicolás Abrahams y en la segunda edición del Libro de las Constituciones, publicada por James Anderson en 1738, se menciona a Salomón Méndez, Benjamín da Costa, Isaac Barett y Moisés Méndez, todos ellos sefarditas. En la Gran Logia de los “Antiguos”, figuraron David Lyon o León, Moisés Isaac Levi (llamado Ximénez) y John Paiba. Sin olvidar a los dos sefarditas británicos masones juzgados por la Inquisición portuguesa por tener tal filiación y no por judaizantes: John Coustos e Hipólito da Costa Pereira-Hurtado de Mendoza. El primero lo fue en 1740 y el segundo (que luego fue Gran Maestre Provincial de Rutland), en 1810.

Otros Hurtado de Mendoza británicos, originarios de Livorno (el más importante centro sefardita italiano de aquella época), fueron los luego apellidados Disraeli (Isaac y Benjamín, padre e hijo convertidos al cristianismo, aunque no masones, alcanzaron conocida notoriedad literaria y política).
También sefarditas, llegados a Holanda durante los siglos XVI y XVII procedentes de España y de Livorno, pasaron luego a las colonias americanas, donde, al surgir la Francmasonería en el siglo XVIII, algunos fueron iniciados en las logias creadas en Georgia (como fue el caso del primer judío masón norteamericano conocido: Moisés Nunis o Núñez, en 1732). En Massachusets (con la familia de Abraham Campanal), en Rhode Island y en Carolina del Norte y del Sur, quedó registrada la presencia de diversos judíos sefarditas. El sefardita antillano Emmanuel de la Mota participó, junto a otros masones europeos y norteamericanos, en la creación del primer Supremo Consejo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, en 1801/1802.

Fuente: fenixnews.com


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LOS MASONES SEFARDITAS A COMIENZOS DEL SIGLO XX

Una de las varias razones por las que puede explicarse la implantación de la masonería española en lugares como Casablanca, Tánger, Salónica (Turquía europea) o Constantinopla es la existencia de importantes comunidades sefardíes en esas ciudades. Los masones sefardíes tienen propensión natural a afiliarse a logias españolas, en las que se practica el ritual en su lengua. Vemos que en la composición de la mayoría de las logias de Salónica, Tánger y Casablanca, entre otras, predominan los hebreos. Mención especial merece el caso de Salónica (hoy Grecia) con 110.000 habitantes en 1907, 70.000 de los cuales eran sefardíes. Desde primeros de siglo el G.O. Español recibió de los masones hebreos de esa ciudad solicitudes de afiliación y de creación de talleres. La logia Perseverancia, así como la Fazilette, la Constitución y la Immanuel estaban formadas casi exclusivamente por hebreos.

En muchos casos, los deseos de estrechar relaciones con España u otras razones, tanto personales como políticas, llevó a un número importante de masones sefardíes a solicitar los buenos oficios del Gran Oriente Español en Madrid con el fin de conseguir la nacionalidad española.

En Marruecos las comunidades hebreas también cuentan con numerosos masones afiliados a logias del G.O Español y hay logias que llevan nombres como la Hispano-Hebrea, en Tánger. Aquí, como en Casablanca, en las logias españolas son gran mayoría los sefardís. En Marruecos, como en Turquía, esos hermanos piden al G.O. Español que gestione en Madrid la obtención de nacionalidad para muchos de ellos, ya que para la comunidad judía ser español constituye una forma de protección de la que tienen especial necesidad quienes, como ellos, están normalmente amenazados por las arbitrariedades del que califican como «mal llamado gobierno marroquí».

Extractado de: Pedro Sánchez Ferré, "Masonería y Colonialismo", en La Masonería Española (1728-1939). Exposición, Alicante-Valencia, 1989, pp. 81-90.

Fuente:
http://mason33.com/masoneria/historia/museo-virtual-de-historia-de-la-masoneria/dpto-hdi/museovirtualhistoriamasoneria/5historia_masoneria_espana/m%20y%20sefardies%20s%20XX.htm


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LA MASONERIA EN EL MUNDO SEFARDI (Por María José Arévalo Gutierrez - Gentileza de Haim Hillel, Haif)

“La búsqueda de la verdad y de la belleza es una esfera de actividad en la cual se permite que sigamos siendo niños toda la vida”. Albert Einstein

La vasta mayoría de los judíos británicos, eran de origen español y portugués. Tras instituirse la londinense Orden Francmasónica, en 1717, cuyo propósito primordial era la organización en un “centro de unión de todos los hombres libres y de buenas costumbres”, por encima de diferenciaciones raciales, religiosas o ideológicas que siempre los habían alejado o enfrentado, algunos judíos iniciaron un acentuado interés por aquella oportunidad brindada de integración social no discriminatoria y sin precedentes, postulada por idealistas de formación cristiana.

El Rabino Yejuda Yacob León (1603-1675) aportó antes de la  formación de dicha Logia, unos nuevos diseños del Templo de Salomón que merecieron gran atención, hasta el punto de pasar a ser conocido como “Lion Temple”. La Gran Logia de los “Antiguos” creada en 1751, abrazo uno de aquellos diseños importándolo en su escudo heráldico, permaneciendo tal símbolo también en el escudo de la posterior Gran Logia Unida de Inglaterra. Poco después de su fundación, se le encargó al pastor protestante James Anderson que recopilara los antiguos manuscritos de las cofradías masónicas medievales para redactar los principios según los cuales se regirían los masones en el futuro. Así se gestó el  conocido Libro de Constituciones de la masonería inglesa, publicado en 1723, piedra fundamental de la masonería mundial.

Existe la hipótesis, que el primer masón judío inglés conocido fue el sefardí Francisco Francia (el Jacobita). La universalidad de la Masonería atraía a muchos judíos, que la consideraban una vía para ser aceptados en la sociedad inglesa, que en aquel tiempo todavía imponía restricciones al ingreso de nocristianos en diversos círculos. También se sentían atraídos por la Masonería hombres que profesaban otras religiones como por ejemplo los musulmanes  que ingresaron entusiastamente a  las logias en Egipto, donde la Orden prosperó y atrajo los más altos círculos de la sociedad egipcia.

El primer ceremonial masónico reconocido en Tierra Santa fue la reunión organizada por Robert Morris. Este norteamericano  había venido al Medio Oriente  para buscar reliquias masónicas de la antigüedad. El 13 de mayo de 1868 condujo a su grupo a la caverna de Sedecías  constituyendo una Logia Provisoria, llamada Reclamation Lodge, simbolizando así que la Masonería recuperaba su presencia en su lugar de origen. Del mismo modo estableció la primera Logia en Palestina.

En España, entre el comienzo de la Guerra Civil y el final de la Segunda Guerra Mundial los judíos y los masones fueron exhibidos por la propaganda franquista como dos fuerzas incondicionalmente enlazadas que se confabulaban sin tregua contra España, responsabilizándoles de todos los males que sufría el país. También se ha demostrado que el enemigo judeo – masónico se revelaba esencialmente rentable como “enemigo  de reemplazo” en los casos en que la propaganda anticomunista podía ser contraproducente. Los argumentos antisemitas iban asociados la mayoría de las veces de argumentos antimasónicos, aunque sea más fácil hallar invectivas antimasónicas que no aludan a los judíos.

A nivel legislativo y ejecutivo con respecto a la masonería, Domínguez Arribas recoge en su obra[1] : “En general, el hecho de ser masón no constituyó el principal motivo de persecución, sino una condición agravante” (pág. 158). Por lo que afecta al acoso al judío la circunstancia fue distinta. Al ser considerados en su conjunto partidarios de los “rojos”—como lo atestigua, por ejemplo, la notable presencia de judíos en la Brigadas Internacionales—, el castigo venía motivado más por causas políticas que religiosas o raciales.

La idea de una alianza conspirativa entre judíos y masones germinó por primera vez en la Francia de principios del siglo XIX, aunque existen precedentes en el siglo XVIII. Desde las filas católicas, los enemigos seculares de la cristiandad eran los judíos que además presentaban ahora una nueva amenaza contra la Iglesia, la masonería. Ese mito judeo – masónico se difundió en la Europa católica sobre todo a finales del siglo XIX, en la época de la “cuestión romana”. Los masones sefardíes tenían una propensión natural a afiliarse a Logias españolas, en las que se practica el ritual en su lengua.

Los emblemas y enseñanzas de las Logias, muestras que la Kabbalah es la doctrina, el alma, la base y la fuerza oculta de la masonería. El judío converso José Lehmann, sacerdote católico, escribió lo siguiente: “El origen de la francmasonería debe atribuirse al judaísmo; no ciertamente al judaísmo en pleno, pero por lo menos a un judaísmo pervertido”. El rabino Isaac Wise expresaba en 1855: “La masonería es una institución judía, cuya historia, grados, cargos, señales y explicaciones son de carácter judío desde el principio hasta el fin”. El arzobispo de Port Luis en Madagascar, argumenta con varias hipótesis que “la kabbalah judía es la base filosófica y la clave de la masonería”. Teodoro Herzl, fundador del sionismo narraba en 1897: “Las Logias masónicas establecidas en todo el mundo se prestaran a ayudarnos en lograr nuestra independencia. […] los masones no judíos no comprenderán jamás el objeto final de la masonería”.

Desde principios del siglo XVIII algunas Logias se establecieron  tanto en Francia como en España. El llamado Rito Escocés (Ecossais) fue traído al Nuevo Mundo de Francia a las Indias Occidentales por Esteban Morin y luego gradualmente se distribuyó en Latinoamérica. Se puede decir, que los antecedentes de la masonería en México se encuentran en unas sociedades afines a la masonería llamada “Sociedades de pensamiento”, que se fundaron a fines del siglo XVIII tanto en España como en algunas de las colonias de ultramar y a las que pertenecieron varios mexicanos que después se afiliaron a la Masonería. La primera evidencia documental existente sobre la Masonería en México, es la de fecha 24 de junio de 1791, quedando esta Logia establecida por un número de franceses residentes recién llegados de Europa.

La primera Logia en Salónica se estableció en 1904 por los líderes judíos de dicha ciudad bajo el patrocinio del Gran Oriente de Francia. En cuatro años, un puñado de hombres griegos, armenios y musulmanes se sumaron a ella, aunque fueron los judíos los que continuaron liderando esta Logia numéricamente. Las Logias masónicas eran conocidas por los inmigrantes sefardíes orientales. La persecución histórica de los grupos masónicos llevadas a cabo por la iglesia católica y los gobiernos, así como la oposición a las enseñanzas de la iglesia masónica, puede haber facilitado las cálidas relaciones entre los gentiles hermanos hispanos y sefardíes.

La mayor parte de los fundadores y primeros miembros de las Logias fueron los refugiados de Cuba que habían luchado en contra de lo que veían como el dominio despótico español. Pero el vínculo más importante que les unía era el idioma. Sin el conocimiento del ladino, los miembros orientales sefardí no podían permanecer en estas Logias hispanohablantes. En relación con los judíos sefardí procedente del este, el director de una de las Logias, Manuel Creso expreso que “debido a que sus antepasados fundaron en siglo XI extensas colonias en el interior de España, o contrajeron matrimonio con mujeres nativas, podrían considerarse a estos como nuestros hermanos de sangre, que están orgullosos de ser llamados españoles y nosotros nos sentimos satisfechos de llamarles hermanos”.

Pero la masonería iba más allá de la confraternidad en las Logias. Una gran parte de la tradición masónica, sobre todo la referente a las costumbres sociales fuera de la Logia, como es el caso de la comida, se ha perdido por ser de transmisión oral, dejándose de practicar para caer en el abandono y olvido. Esta relajación de costumbres, es decir, olvidar los principios elementales de los alimentos y consumirlos sin mayor fin que el de la gula, ha llevado a comunidades enteras a verdaderas calamidades, desde el famoso mal de rosa o pelagra, que causó miles de muertes en Galicia por el consumo masivo de maíz casi como único vegetal, hasta el problema actual que está sufriendo la sociedad con la obesidad.

Pero el ser masón no es algo que desaparezca con la muerte. Tenemos el ejemplo del Cementerio Judío de Coro, que es calificado como el cementerio judío en continuo uso más antiguo de América. Su origen se puede ubicar en el siglo XIX, cuando la comunidad judía sefardí de la isla holandesa de Curaçao empezó a emigrar hacia la ciudad venezolana de Santa Ana de Coro en el año 1824. El cementerio se comenzó a construir en el año 1832 por el señor Joseph Curiel y su esposa Debora Levy Maduro, los cuales habían comprado un lote de tierra. Fue  declarado patrimonio cultural del municipio Miranda el 5 diciembre de 2003 y monumento histórico regional el 20 de julio de 2004. Sobre su fundación existen dos versiones: la primera de ellas (oral y escrita) señala que al morir la hija de Joseph Curiel y Debora Levy Maduro, Curiel buscó en las afueras de la ciudad un lugar apropiado para enterrarla; la  segunda, eminentemente oral, establece que una viuda judía, al no poder enterrar a su esposo en el cementerio de la  iglesia San Nicolás, compró un terreno y durante muchos meses pagó a un celador para evitar el saqueo de la tumba.

En los actuales momentos, el cementerio judío, que aún se encuentra activo, alberga ciento ochenta y dos túmulos, de los cuales dieciséis presentan símbolos de origen masónico: el reloj de arena, el uroboro, las flores, las garras de león y el pavimento ajedrezado. Sin embargo es interesante señalar que los cuatro primeros símbolos se encuentran en  una  sola  tumba,  la  de  Abraham  de  Meza Myerston, la  cual se erige como columna conmemorativa.

Del mismo modo ocurre en muchos otros camposantos del mundo, como es el caso del cementerio de Guadalajara (México), donde con una revisión superficial de las lapidas se puede denotar la existencia de símbolos masónicos no solo como indicio de la pertenencia a la fraternidad sino de la importancia atribuida a esta.

A este tenor, existen estos testimonios de la masonería por innumerables lugares de la geografía española, sean en la fachada de una casa, cornisas, balcones, dinteles de puertas de entrada, vidrieras, plantas de iglesias extrañamente poligonales flanqueadas por dos columnas, sillas de coro, pulpitos, etc. Es solo cuestión de prestar atención, para descubrir estos detalles que muchas veces pasan desapercibidos.

[1]  El enemigo judeo – masónico en la propaganda franquista (1936 – 1945)

Fuente: http://www.thegoatblog.com.br/cadenafraternal/


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Shehebar Sephardic Center

Since its inception in 1980, the Shehebar Sephardic Center has grown into a world renowned institution with an outstanding reputation for high quality programs, as well as a resource for Sephardic communities worldwide to identify rabbis, dayans, teachers, mohels, shochets and spiritual leadership.

The SSC has a thriving kollel, rabbinical training program and dayanut program in the Old City of Jerusalem. The SSC also operates synagogues in the Far East, helps struggling Jewish communities and operates schools in Uzbekistan and Russia. Each project is designed to help Sephardic communities combat assimilation and intermarriage with spiritual leadership.

The SSC has trained more than 300 rabbis. These spiritual leaders now serve Sephardic Jews in 80 cities, 33 countries, and six continents around the world.

Seen as the global source for Sephardic training, the SSC receives calls daily from Diaspora Jewish communities looking for rabbinic leadership to build a kahal, lead holiday services, to teach in a school, or to oversee the kashrut of a restaurant.No matter what the need, the SSC fills the void by sending its graduates to the remotest towns or the most highly populated cities, to serve and inspire the people there.

Our Mission

To counter the effects of assimilation and intermarriage by filling the critical need by Sephardic communities around the world for professional Sephardic rabbis well-versed in Jewish law and Torah and the minhag of Sephardim by providing an accredited rabbinical training program that meets the everyday challenges faced by Diaspora communities.

Jewish Continuity

Assimilation and intermarriage are eating away at Jewish population figures in every Jewish community around the world. The Shehebar Sephardic Center (SSC) performs a vital role in repairing and rebuilding communities affected by these critical issues by placing well qualified rabbinical leaders in communities around the world so they can revive these dying communities.

These rabbis are Torah scholars who can provide answers to essential questions, instill Jewish values and practices in the communities they serve and educate community members about their Jewish past. By doing so, the SSC counters the affects of assimilation and intermarriage and ensures Jewish continuity through education.

Our Values At the Shehebar Sephardic Center, we stand on the foundations of strong Jewish Values:

►G-d's omnipresence: an all powerful G-d, who created the world, watches over it and cares for it.

►Tikkun Olam: improving and repairing the world, taking care of our fellow man.

►Torah Knowledge: delivering its knowledge and living in accordance with its mitzvot.

The Shehebar Sephardic Center is crucial in that it reaches out to small and neglected communities. The SSC accomplishes this by educating Jewish people in each of the communities it serves and providing a strong Jewish foundation for generations to come.

Our Goals

In the next decade, the SSC will educate and place 100 more of its graduates in neglected communities, from small windswept towns in the U.S. to remote areas in Eastern Europe. There are many communities that are in danger of disappearing if the SSC is not active in helping them.

Shehebar Sephardic Center History

The Shehebar Sephardic Center (SSC) was founded in 1980 by Rabbi Sam Kassin and Rabbi Eliyahu Shamoula in the old city of Jerusalem. The center is named for Gabriel Shehebar, who supported the center in its initial years.

The SSC reaches out to neglected Sephardic communities throughout the Diaspora. By training and placing dedicated rabbis and teachers well versed in all aspects of Torah, Sephardic tradition and community relations, the SSC saves communities from assimilation and cultural extinction. These communities are provided with rabbinical leaders who are able to transform these communities into thriving Jewish centers. Each rabbi completes a four to five year course of study in Jewish law, education, Talmud kosher slaughtering, marriage and divorce, and mohelim (performance of circumcision required on the 8th day after the birth of a boy) so that these communities can sustain their rich heritage. In addition, the students must complete a leadership training program, which includes public speaking, substance abuse, philosophy, psychology, negotiation, and family counseling.

During the last three decades, the SSC has placed more than 150 Rabbis in struggling communities in such diverse locations from Kowloon, Hong Kong to Buenos Aires, Argentina, and from Barranquilla, Columbia to Capetown, South Africa. Each week the SSC is approached with a request for a rabbi at some community around the world. More than 20 congregations around the world have turned to the SSC in recent months with the request that for a qualified and well-trained Sephardic rabbi.

Rabbi Kassin and Rabbi Shamoula founded the SSC on the belief that by training and placing rabbis qualified to teach Jewish law and tradition, they are saving save Jewish communities and providing Jewish continuity.


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